¿Te gusta cocinar? Pero… ¿qué tal se te da el tema de los fogones? ¿Eres de las que hace magia o carbón? En ocasiones, o en el caso de algunas personas, la cocina y la ley de Murphy parecen ir de la mano. Basta que tengamos una cena especial, una comida de amigos o familiares entre los que queramos lucirnos y convertirnos en el mejor anfitrión para que la cocina se nos rebele. No importa el tipo de cocina que nos planteemos, hasta una receta fría es capaz de salir mal.
Que levante la mano a quien se le haya quemado algún plato. ¿Y en el horno? Dicen que el horno es una de las apuestas más seguras a la hora de cocinar. Además de una de las opciones más limpias, ya que evitas posibles salpicaduras por la cocina y “sólo” manchas un utensilio de cocina, sin tener restos sobre la encimera. Con las recetas al horno sólo deberemos limpiar utensilios en el caso de realizar algún tipo de guarnición, salsa o adobo fuera del horno. Sin embargo, el riesgo del horno es el exceso de confianza. Creemos que las los platos hechos al horno se cocinan solos, por lo que bajamos la guardia. ¿Resultado? Recetas carbonizadas o, en su defecto, mitad y mitad: una parte comestible y la otra imposible de comer.
Otro escenario típico de comidas caóticas son las ollas. Este utensilio de cocina es ideal para cocinar recetas con nutritivos caldos y sabrosas salsas. Estos, sin duda, consisten en platos ideales para cuando tenemos que cocinar para grupos un poco más grandes de lo que acostumbramos a hacer con nuestras manos en los fogones. No obstante, suele requerir de mayores tiempos de cocción lo que acaba minando nuestra paciencia y acabamos apagando el fuego antes de tiempo. Como consecuencia obtenemos guisos caldosos y/o aguados. La otra opción es que nos despistemos porque decidimos invertir ese tiempo en algo más y entonces el resultado es algún tipo de argamasa o la mitad de la receta pegada en el fondo de la olla.
Incluso los postres son capaces de salirnos como un tiro por la culata. En el caso de las recetas al horno necesitan lo mismo requisitos que los platos principales o salados, por lo que si no se cumplen los resultados son los mismos: trozos de carbón. Por eso, muchas veces decidimos apostar por postres fríos que sólo necesiten ingredientes y un golpe de frío para coger forma y consistencia, sobre todo aquellos que necesitan cuajarse. Pues incluso estos, ya sea por un fallo en la preparación, en el tipo de ingredientes o la cantidad de estos, en muchas ocasiones no consiguen tener consistencia ninguna, dando lugar a postres caldosos, o bien cogen demasiada y están demasiado duros.
Sea cuál sea tu caso no te preocupes, la cocina es como un laboratorio donde la mayoría de las veces sólo vale la prueba y el error. Nadie nace aprendido, por lo que si no recibimos una formación específica deberemos aprender a base de práctica. Por eso, no debes tener miedo a probar nuevas fórmulas. Atreverse es el primer paso. Y si hay alguien cerca con experiencia que pueda ayudarte con su sabiduría en la cocina no dudes en pedirle consejo. ¿Quién sabe? Puede que en poco tiempo estés en condiciones de servirle un plato a la altura de sus valiosas lecciones.