Al igual que el cuerpo se desarrolla, la mente del ser humano experimenta cambios en su personalidad que lo lleva a discernir entre lo que quiere ser y lo que es. Cuando éste logra identificarse se dice que ha logrado desarrollar su madurez afectiva.
Esta responde a la pregunta: ¿cómo te sientes? Una persona con personalidad equilibrada y madurez afectiva tendrá sus virtudes bien establecidas, siendo las más valerosas: la fortaleza y la templanza. Estas le darán libertad para sentirse contento consigo mismo.
Caso contrario, la persona que no tiene establecido su escala de valores vivirá siendo esclava de sí misma y de los demás; poniéndose en un estado de inseguridad y angustia constantemente. Y si no se trata a tiempo podría llegar a presentar algún trastorno en su personalidad.