Tu carácter puede facilitarte o complicarte la vida. Es importante “conocerlo” y saber estimular tus puntos fuertes y atenuar los débiles. Por ello, te presentamos la tipología clásica del carácter, que te servirá como referencia para distinguir tus características personales:
El nervioso: Cambia continuamente de intereses. Se entusiasma con lo nuevo, pero sólo busca de ello lo que es práctico. A la persona nerviosa, le falta orden, es perezoso, distraído e inestable. Suele ser muy sociable, cariñoso y extrovertido.
El sentimental: La persona es muy sensible, tímida, pesimista. Busca el aislamiento y la soledad. Suele ser rencoroso y desmoraliza rápidamente. Es inseguro, abstraído, de difícil adaptación, pero muy reflexivo.
El Colérico: Es la persona que vive ocupado en cosas. Le gusta improvisar, eso hace que a veces despilfarre su energía o se tensione fácilmente. De fácil comprensión y adaptación. Es atrevido, poco disciplinado y muy extrovertido.
El Apasionado: La persona posee una gran memoria e imaginación. Tiene una gran capacidad de trabajo y vive siempre ocupado. Tiene afición al estudio y le gusta todo tipo de tareas. Estudia de forma ordenada y metódica y gusta del trabajo individual. Le interesa lo social, lo religioso y político.
El sanguíneo: Es muy poco sensible. Es cerebral: piensa todo fríamente. Le gustan las metas a corto plazo. Optimista, social, extrovertido y curioso. Se adapta bien a cualquier ambiente.
El Flemático: Es tranquilo, reflexivo y callado. Muy ordenado, puntual y metódico. Se preocupa por la exactitud de todas las cosas. Su inteligencia es lenta, pero profunda.
El amorfo: Su vida es dormir y comer. Es poco original, despilfarrador, social y extrovertido. Es torpe, desordenado y carece de entusiasmo.
El Apático: Es una persona que se encierra en sí mismo. Melancólico, rutinario, a veces testarudo, pasivo e indiferente. Poco interesado en lo laboral y académico.