¿Tiene que estar el matrimonio siempre fundamentado en la pasión amorosa? ¿Son los hijos la esencia del matrimonio? No necesariamente. El amor romántico como base del matrimonio es muy reciente. Durante años han funcionado y siguen funcionando los matrimonios de convivencia. Decimos “convivencia” y no “conveniencia” por el sentido peyorativo del término –desde luego, no es el que pretendemos–.
Compromisos de pareja basados en el apoyo afectivo, económico y la complicidad —aunque no medie el contacto sexual— pueden ser formas de relación satisfactorias, siempre que sean honestas y que el compromiso sea equilibrado. Premisas básicas para el éxito de cualquier matrimonio, que no tiene por qué estar basado exclusivamente en la idea tradicional de la familia reproductora. Más bien, puede ampliarse al “compromiso de apoyo mutuo entre personas que se entienden y se aprecian”.
La cuestión sexual puede establecerse individualmente y no en pareja. En el contrato queda claro que no es un negociado común, al igual que se establece el régimen de separación de bienes —para las parejas que no quieren administrar conjuntamente su patrimonio económico—.
Bajo estas premisas —sin considerar que la reproducción es el fin último de la unión—, la idea de matrimonio puede ampliarse y hacerse más acogedora. Puede incluir a las personas que buscan y desean un compromiso de convivencia, pero que no desean la monogamia o la exclusividad sexual.
Con esta filosofía, las uniones entre homosexuales tendrían el mismo sentido que cualquier otra, y los mismos derechos —¿por qué no?— que las uniones entre heterosexuales. Si aceptamos que el vínculo reproductivo no es prioritario en el matrimonio —y que puede haber otros valores y sentimientos similares o más fuertes que éste— sus posibilidades aumentan considerablemente.
En los países desarrollados los datos indican que cada vez hay más hogares de una sola persona y unifamiliares, así como menos matrimonios. Estas cifras son notables en ámbitos urbanos de Europa del Norte, Estados Unidos, Canadá… Es posible que los planteamientos del matrimonio convencional empiecen a perder su sentido y, quizás, los estilos de convivencia deban incluir otras premisas donde el vínculo reproductor no sea hegemónico.
La opción de desligar el matrimonio del fin reproductor puede parecer chocante. No obstante, los tiempos cambian. La especie humana ya no corre peligro de extinción y quizás podamos avanzar algo más en materia de costumbres sexuales, libertad y tolerancia. Que cada uno —respetando a los demás— pueda elegir el tipo de vínculo que desea mantener.
El reto entonces será el de conseguir que las necesidades y los deseos de ambas personas coincidan en el tipo de vínculo y compromiso que se quiere mantener. A más posibilidades y alternativas, más complicado puede resultar ponerse de acuerdo y coincidir en planteamientos similares que son la base de toda unión gratificante.
Autores: Dra. María Pérez Conchillo, psicóloga clínica y sexóloga; Dr. Juan José Borrás Valls, médico sexólogo y psicoterapeuta; y D. Xud Zubieta Méndez, psicólogo sexólogo. Profesionales del Instituto de psicología sexología y medicina sexual Espill.
Ilustración: Ricardo Fumanal